Crítica Vinyan

10/08/2008


A diferencia de lo el belga Fabrice du Welz dijo al presentar Vinyan, esta no es tan distinta a Calvaire, su anterior trabajo.
Du Welz nos lleva esta vez a Tailandia. El hijo de Jeanne (Emmanuelle Béart) y Paul (Rufus Sewell) ha desaparecido a consecuencia de un tsunami. Incapaces de aceptarlo permanecen en el país sin perder la esperanza de encontrarlo.
Un día, en una fieta para recoletar fondos de ayuda para los habitantes que ocupan las aldeas más remotas, Jeanne cree ver a su hijo en un grabación. Es una imagen poco nítida y el niño está de espladas, pero la camisete roja del Manchester United no le deja duda. A partir de ahí, Jeanne y Paul se embarcarán en un viaje tan desesperado como esperanzador al corazón del horror. No es, sinembargo, un horror de monstruos gigantesco; el horror que nos presenta Vinyan puede emparentarse con el del capitán Benjamin L. Willard de Apocalypse Now, o el de Lope de Aguirre en el film de Herzog: después de todo, las tres películas, son road-movies (via rio) de aprendizaje o descubrimiento.
Hay otro título clave al que Du Welz hace referencia abiertamente: Amenaza en la Sombra de Nicolas Roeg (excelente por otro lado). Al igual que en Vinyan, una pareja pierde a su hijo (ahogado) y en un viaje a Venecia ella cree reconocerlo vestido con un impermeable rojo.
Antes hacía referencia a que Vinyan no es tan distinta a Calvaire. Ambas son dos dramas de horror. En ambas la naturaleza en su estado más primitivo está presente; entendiendo por naturaleza no solo el paisaje (mostrado perfecta y extrañamente cautivador, a la vez que aterrorizador), sino también sus habitantes. Los civilizadamente primitivos habitantes de la región de Liège no son tan distintos de los incivilizadamente primitivos habitantes birmanos, y las necesidades de unos aunque distintas, están emparentadas: la soledad, la falta de compañía, aunque para ello se recurra a una fantasía disfrazada (caso de Calvaire), se transforma aquí en la necesidad de una guía para unos espírituis de carne y hueso que bajan por la selva birmana. La perdida de un hijo es, a temprana edad, tan demoledor como la falta de una madre cuando no se alza más de un metro y medio; y Vinyan, la palabra, es una expersion de la zona utilizada para referirse a un espíritu inquieto que baja sin una luz que la guie.
Vinyan es una historia de necesidades (emocionales, existenciales, vitales), una maduración de Calvaire y por tanto un paso adelante totalmente consecuente en la carrera de Du Welz.
El uso del sonido así como una imagen tan cautivadora como fría, tan fantasmagórica como real (otras dos características ya presentes en Calvaire), hacen de Vinyan un drama que utiliza la atmósfera del fantástico (y dicho sea de paso, de forma magistral) y que sin duda aburrirá a los que esperen encontrar un film de terror.


Nota: 7

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