La familia disfuncional mata, y Michael Myers es la muestra.
Un padre hijoputa y lisiado, una hermana calienta braguetas; no es la mejor muestra de familia feliz. Lo único que se salva de la quemá, es la madre; una sufridora madre que se gana la vida enseñando las tetas en un club.
Mención aparte es el bebe, único ser humano que Michael no decide aniquilar; y es que el remake de Rob Zombie, 30 años después de su estreno por Jhon Carpenter es agridulce y llenos de simbolismos.
Para empezar hablaremos del mal, de su esencia, como dice Malcom McDowell en la cinta "el negro no es un color, es la ausencia del color" y Michael Myers bien podría ser ese ser humano ausente de color, ética, moral....
Si bien no estoy cayendo en la actual rutina de salvaguardar a los asesinos del celuloide bajo un halo de romanticismo victimista; hay que aclarar Michael Myers estaba tan cerca del bien como del mal, y solo las causas ambientales le hicieron seguir un camino u otro.
Para acabar con la charla metafísica, volvemos al bebe.
De siempre a sido el símbolo de la pureza, un ser humano todavía por formar una alma acorde con sus actos, una urna vació que llenar de conocimientos propios y extraños; tal vez por eso Michael acaba con la vida de su padrastro, hermano y novio de la misma para dejar con vida a su hermanita, ya que los dos tampoco estaban tan alejados metafísicamente.
Reconozco que la charla ética de antes es un ladrillo de mucho cuidado, pero lo que inspira la primera parte de la película es eso; desde los títulos iniciales encontramos una frase lapidaria del bueno del doctor Loomis, un papel ahora encarnado por Malcom McDowell por la muerte de Donald Pleasence ya hace un tiempo.
A los ocho minutos iniciales ya tenemos el tema inmortal de "Halloween" esa joya gastada hasta la saciedad de Jhon Carpenter.
Vemos que Rob Zombie juega con el material heredado de la original de una manera contundente y rica, cosa que sorprende al ver sus anteriores trabajos ricos en casquería y muy malos rollos.
El asesino Myers usa un tronco, un bate de aluminio, un tenedor, sus propias manos y el eterno cuchillo para sembrar los campos de sangre, aunque vuelvo a repetir que Rob Zombie sabe no pasarse de rosca en esta película; me gustaría suponer, que sabia muy bien donde se metía y que si quiere volver a dirigir no podía permitirse el lujo de pasarse con la casquería variada.
La aparición de un secundario como Danny Trejo, habitual de Robert Rodriguez resulta amable y adquiere un papel protagonista al mostrarnos al Michael Myers sin sentimientos, por si alguien todavía pensaba que no era asi.
Trejo abre la puerta a los secundarios de la imaginativa de Rob Zombie; actores con rasgos enfermizos, muy característicos que aportan más con su presencia que con sus discretos papeles.
Como ya he dicho la primera parte de la película creo que es genial, nos enseña el monstruo antes de serlo, el proceso que sigue (personalmente gran parte de culpa de ser lo que es, creo que es de Danny Trejo y de su papel, con la boca callada, vete a saber donde hubiera llegada el chavalin) con sus mascaras, la relación con su madre y el punto fatídico de la enfermera. Pero cuando el chavalin mide más de dos metros al cabo de 15 años todo se vuelve aburrido.
Repeticiones hasta la saciedad del binomio asesino silencioso y jovencitas en pelotillas, y es que en la segunda parte del film es donde creo que Rob Zombie más respetuoso a querido ser; y digo respetuoso y no algo como "le han cortado las alas" ya que el mismo Rob Zombi e es productor de la película.
Y poca cosa más señores, muertes sin sentido, unas escenas finales eternas y un final al antojo del consumidor de palomitas; o sea que si funciona veremos más secuelas actualizadas, eso si da miedo.
Recomendado para aquellos que con el titulo de franquicia "Halloween" ya tienen suficiente y para los que esperaban más, al menos una hora entretenida si que tendrán.
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