Que Martin Scorsese es uno de los grandes del cine no hay duda. Que los Rolling Stones son uno de los grandes de la música tampoco. ¿Y que pasa cuando dos de los grandes del mundo del arte confluyen? Pues un concierto y poco más.
Filmado en el Beacon Theatre de New York en otoño del 2006, Shine a Light satisfará a los fans de la mítica banda.
Desde siempre Scorsese ha sido un hombre inquieto y sus trabajos cinematográficos no se han ceñido exclusivamente a las obras de ficción. El documental siempre ha atraído al director de Taxi Driver y Toro Salvaje (por la que fue nominada al oscar que injustamente no se le concedió), sin duda sus dos mejores trabajos y auténticas piezas claves de la historia del cine. Ahí está su participación en la serie documental The Blues, o su más reciente trabajo sobre Bob Dylan en No Direction Home, por no hablar de su repaso a la historia del cine norteamericano o al neorrealismo.
Sin embargo Shine a Light tiene muy poco, por no decir nada, de documental, aunque en algunos medios así se ha vendido. Apenas cuatro momentos retrospectivos, más que entrevistas, repartidos a lo largo de todo el metraje. Lo cual tampoco dbería sorprendernos pues ya en 1978 nos presentó el último concierto que ofreció el gripo canadiense de rock The Band.
Cierto es que Shine a Light, como cualquier otro concierto, debería haberse enfocado estrictamente al mercado del dvd y no las salas cinematográficas. Evidentemente esta excepción ha sido posible principalmente al tirón legendario de los Rolling más que por el propio nombre de Scorsese. Sin embargo, a diferencia de los demás productos de este tipo, Scorsese consigue que el espectador sienta como pocas veces lo que es estar sobre un escenario cara a cara con los artistas. Colocando las cámaras casi pegadas al escenario y sobre el, casi no utiliza los planos generales a favor de planos más cercanos y de larga duración, fragmentando el montaje solo en los momentos imprescindibles que el propio ritmo de las letras y la música va marcando. Así, el espectáculo es total.
La película se abre con un Scorsese nervioso, demasiado nervioso para un hombre de su experiencia, colocando cámaras, intentando conocer infructuosamente el repertorio de la banda, etc.. Quizá sea una broma más, como muchos de los comentarios jocosos de los Rolling que salpican de vez en cuando el metraje. O quizá una búsqueda de protagonismo del director. Yo me decantaría por una mezcla de ambos, aunque particularmente me pareció del todo superfluo. Tan innecesario como el excesivo tiempo dedicado a mostrarnos la visita del ex-presidente Bill Clinton el día del concierto en el Beacon Theatre. Luego, todo un repertorio de temas conocidos por todos, pero también piezas que nunca o raramente llegaron a interpretar.
Y la película se cierra nuevamente con Scorsese y aquí si, aquí es cine. Un plano secuencia que simula la mirada de los Stones mientras se dirigen a la salida del Beacon Theatre, mientras Scorsese ordena a sus operarios que no pierdan detalle del momento, para finalmente elevarse en la noche de Maniatan, hacia el cielo, sin perder de vista el teatro con sus neones centelleantes. Un plano que me recordó al plano con que se cierra Taxi Driver; o al momento de New York, New York en que la cámara, elevándose, sigue la salida de Robert DeNiro de una sala de fiestas hasta que resulta imposible distinguirlo entre la multitud y una flecha aparece en la pantalla para señalarnos donde se encuentra.
Nota: 7
Critica de "Shine a light" realizada por Xavi Porta.